MI ARBUSTO
GENEALÓGICO.
Mis recuerdos infantiles salen
hoy del Paseo Piojito para ir a las calles Paz y Puerto donde estaban las casas
de mis abuelos paternos y maternos, respectivamente.
Y es que, como os contaré, se me
ha puesto a tiro un tema, el de los árboles genealógicos, que parece patrimonio
exclusivo de nobles e hidalgos, pero no debiera ser así. El tema tendría que
democratizarse un poco y caer en la cuenta de que todo el mundo tiene
genealogía. Y antepasados que realizarían hazañas. Claro que estas sería
insignificantes, como las propias que nunca son muy allá. Por lo que recurriré
a mi propio árbol genealógico como ejemplo y referente más cercano a examinar No
voy a tirarme el moco con eso, como siempre de lo que se trata es de echar el
rato. Se podría decir, con toda
propiedad que lo mío es un arbusto genealógico.
No voy a ocupar de las ramas que
están al alcance de la mano, tíos, primos y sobrinos, sino que voy a ir
escalando a partir de mis abuelos. De mis cuatro abuelos hacia atrás tengo
pocas noticias.
De mi abuelo paterno, Tomás, por
él me pusieron mi nombre, sé poco. Era marinero y recuerdo que en una percha
cerca de la puerta de entrada de su casa colgaban dos gorras de plato, no
militares sino civiles, igualitas a las que se ven que lleva Lenin en las
fotos. (Es que debieron ser contemporáneos). Lo que conocí anciano y disminuido
por un ictus, se decía una congestión. Tan solo sé que era huérfano y que a él
y a sus hermanos los recogieron unos tíos y eso les salvo, y a mí supongo.
De la estirpe de esos tíos conocí
a unos pocos descendientes. Por esa rama y en el plano de mis bisabuelos no
tengo noticia alguna. Algunas leves noticias de un hermano de mi abuelo Tomás,
el tío Teté que un día le quiso pegar al barbero que lo afeitaba porque el
hombre por adular le dijo que tenía el cutis fino "¡Cuti fino yo. Cuti
fino yo! le dijo gritando mientras se levantaba indignado y amenazante del
asiento. Me contaron también que si al salir para la mar por la mañana, si se
cruzaba con un cura se volvía a casa y no se embarcaba aquel día. Y que una vez
aceptó hacer un transporte del muelle de Huelva a la otra banda del río Odiel
¡y por poco naufraga y se ahoga! porque lo que transportaba era una piara de
cabras y estas se iban a la banda del barco que se inclinaba y claro se
escoraba a punto de zozobrar.
De mi abuelo Tomás sé muy poco,
pero tengo su vivísima imagen grabada en mi memoria. Cuando él murió yo
tenía cinco años pero me acuerdo muy bien de él. Mi madre, un verdadero
encanto, para estimularlo cuando el pobre estaba enfermo le decía: "Patrón,
usted es perro chino ¿no? "¿¡Perro chino yo! ¡perro chino yo!?"
Porque él era calzaillero. Los "perros chinos" eran del Molino de la
Vega, (recibía ese barrio ese nombre porque por allí había molinos de marea) remontando
un poco el río Odiel, y también pescadores ¡pero de esteros! que no es lo
mismo, porque cuando la marea estaba alta y los esteros llenos de agua, y de
peces, ponían una red en la desembocadura. Y al bajar la marea se vaciaba el
estero y los peces quedaban atrapados en seco y aquellos pescadores de vía
estrecha cobraban su infame recompensa. Mientras que los
"calzailleros" vivían en la Calzadilla, próximos al puerto y eran
marineros que se hacían a la mar en turnos de varios días y pescaban, por
aquella época, con parejas. O sea que el arte lo arrastraban dos barcos de vela
que tenían que coordinarse armoniosamente como se puede imaginar ¡nada que ver
los calzailleros y los perros chinos!
Mi abuela materna, que se llamaba
Dolores la conocí ampliamente, era gruesa y nada simpática. No es que fuera
antipática, pero no era simpática. Me decían que siempre abrumada por la
zozobra que le producía el peligroso oficio de su marido y luego por su
enfermedad y por la incapacidad que le producía su vegez. No tengo ningún recuerdo
llamativo de ella.
A mi abuelo materno, que se
llamaba Luís no lo conocí, tan solo vi un retrato suyo, una foto de estudio en
la que aparecía con porte distinguido. Era gaditano, pero no sé prácticamente nada
más de él, y mucho menos de sus antepasados.
Mi abuela materna se llamaba
Lola, en realidad Dolores, como la otra, pero la llamaban Lola. Era muy
simpática. Siempre de negro, delgadita y ágil. Tengo pocas cosas que contar de
ella y algo más de sus hermanas, algún día me ocuparé de ello. Sé que le gustaba
tomar los alimentos muy calientes, ardiendo para otros gustos, yo he heredado
esa afición. Por esa vía me puedo remontar a mi bisabuelo, su padre, y hasta un
tatarabuelo mío, uno de sus abuelos, con lo que entramos de lleno en el siglo
XIX. Más antiguo que eso ¡ni idea!
Ese bisabuelo mío era barbero, el
Maestro Botón. Mote heredado de su padre que era malagueño y vestía levita. No
sé qué clase de levita sería aquella que tenía muchos botones, de ahí el mote
que le pusieron mis paisanos onubenses de la época. De su hijo el Maestro Botón
sé muchas cosas que me contaba mi madre.
Creo que tenía la barbería a la
espalda del actual ayuntamiento. Estaba ese local cuajado de jaulas con pájaros
cantores, jilgueros y canarios, supongo. Y no sé si él mismo cantaba. Pero es
seguro que tocaba la guitarra. Y es de suponer que en los ratos en que no
tuviera que asistir a ningún cliente, afeitando, cortando el pelo o sacando alguna
una muela, tocaría su guitarra. Es de suponer que en compañía de algún
parroquiano y saboreando unos vasitos de fino.
¡Y eso es todo! Como puede verse
un árbol muy poco frondoso.
Me ha venido esto a la cabeza
porque hace poco estuve en un cumple de una amiga charlando sin parar con una
dama encantadora. Cuanto al día siguiente llamé a mi amiga para darle las
gracias por la invitación y decirle lo bien que lo había pasado hablando con
esa amiga. Me dijo que era de noble familia y que su árbol genealógico se
remontaba al siglo XIV o algo así y que antepasados suyos habían tenido
relación con Maquiavelo. No iba de pegote, seguro que era cierto. Pues lo más
probable es que lo enclenque de mi árbol genealógico, como en la mayoría de los
casos, no será debido tanto al árbol en sí mismo como a que uno no tiene ni
idea de las vicisitudes de los más remotos familiares.
Es lógico suponer que cada hijo
de vecino tendría de saberlo un vigoroso árbol genealógico. Y las diferencia
entre esos árboles desconocido y los nobles árboles no será tanto que estén
cuajados de gloriosas hazañas, que también, como que los nobles descendientes
nunca han dejado de llevar la cuenta del evolucionismo familiar.
Creo que les voy a pasar este
post a mis nietos, con la recomendación de que cuiden debidamente su flora
genealógica, y recaben, de sus abuelos, la correspondiente información, y que
recomienden a sus hijos que hagan lo mismo. (Será cuando los tengan, porque hoy
por hoy mis nietos tienen 12, 9, 4 y 1 años).
Pero claro ¡es que las cosas de
palacio van tan despacio!