viernes, 24 de marzo de 2017

Reconstruyendo.



RAICES.

Se da el caso de que soy español.

¿Español de dónde? Porque no basta con ser español, se tiene que ser de algún sitio. Bien de España o de otro país.

Soy de Huelva.

¿De qué pueblo?

De la capital.

Pero no basta con ser de una ciudad o de un pueblo. Será de una calle o de una plaza.

Cuando yo nací se nacía en casa, no en un hospital. Y mi casa estaba en la calle Velarde, en el número 5 frente al Paseo Piojito. O sea que la acera de enfrente a la de mi casa no pertenecía a la calle Velarde, sino al Paseo Piojito

¡Y ahora viene el problema! Porque la casa donde nací ¡ya no existe! La derribaron y construyeron otra totalmente distinta. Y del Paseo Piojito ¡no queda nada!

Y eso me causa un problema ontológico. Porque sigo siendo español, andaluz y onubense. Pero el sitio preciso donde se hundían mis raíces ¡Ya no existe! Es como cuando se cae una maceta al suelo, se rompe el tiesto, se esparce la tierra y quedan las raíces al descubierto. Con un poco de suerte la colocan en otro tiesto con otra tierra, o con la misma algo mermada.

No vamos a hacer una tragedia de esto, pero me desconcierta un poco.

Mi amigo Manolo Sancha me ha mandado una foto colectiva en la que estamos retratados los estudiantes de 2º del instituto La Rábida. 


Aparezco allí , a la derecha, como un fideíto de 11 o 12 años. Ahora tengo casi 77 y no mucha más chicha. Pero ¿qué ha sido de ese niño? Y de todos los demás niños. Trágicamente algunos ya han fallecido. Esto no me desconcierta un poco ¡Me desconcierta mucho!

Ya no existen ninguno de esos niños como tales. Han derivado en ancianos ¡Pero eso sí que no me desconcierta nada! Me encantaría encontrarme con muchos de ellos. Y ahora voy a tener una ocasión de oro, porque el día 5 de abril se inaugura una exposición mía en la Diputación de Huelva ¡A la que estáis cordialmente invitados! Y con ese motivo nos podríamos encontrar algunos.

Y, de paso, les ruego a quienes tropiecen con este post y reconozcan en esa foto infantil a conocidos seniles que les transmitan la invitación.


Al Paseo Piojito lo doy por perdido, pero a mis amigos del alma ¡no!


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